Comentario al Evangelio, por Monseñor Lopez Castillo

DomingoIV de Cuaresma



Somos Pecadores
La parábola que nos presenta el Evangelio, se podría definir como la parábola del hijo pródigo, o la parábola de la misericordia del padre, o también la parábola del hijo mayor, cumplidor de la Ley pero sin amor.
En fin, vamos a reflexionar, sobre la misericordia del padre.
Efectivamente ese Dios padre Misericordioso, es quien Jesús nos ha venido a revelar que no es otro que ese Dios, que es rico en misericordia, por causa del mucho amor con que nos ama y ese es el mismo rostro que Cristo, nos vino a mostrar, lleno de misericordia (Misericordia Divina 2)
Y ese Cristo Salvador, quiere ofrecer al hombre contemporáneo su amor misericordioso consciente de que este  “mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y lo peor, pues tiene abierto el camino para optar por la libertad y la esclavitud, entre el progreso y el retroceso, entre la fraternidad y el odio. El hombre sabe muy bien, está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado y que puede aplastarle o salvarle” Gozo y Esperanza No. 9. Así pues, volviendo a la parábola del Evangelio nos encontramos con el hijo lleno de egoísmo y engreimiento que pide sin piedad, su herencia y se va de la casa, para luego malbaratar aquella fortuna; viviendo viciosamente, por supuesto acompañado por muchos amigotes, pero cuando se le acabó el billete, quedó solo y terminó teniendo que mendigar, cuidando cerdos y envidiándolos, porque su alimentación era mejor que la de él.
Que parecido a ciertas situaciones, cuando se vive del facilismo o del pantallerismo, cuando se despilfarra sin valorar lo que se tiene, y cuando se legitima la corrupción, el robo, de tal manera que quien no lo hace, pudiéndolo hacer es un “tonto”, pero quien roba aparece como un “vivo”.
Pues bien, actuar en esta dirección, sólo conlleva a la miseria y al desastre en todas sus formas.
El joven de la parábola, recapacita; reconoce su maldad, su pecado y decide cambiar con sinceridad su vida. El reconoce que su crisis, es de fe y de moral.
Por esto resuelve volver donde su padre, y ponerse a sus órdenes, como un trabajador más. Lo dice y lo hace.
Sale en búsqueda de soluciones. Va donde su padre.
Aquel Papá, acepta el arrepentimiento de su hijo, lo abraza y lo incorpora a su familia nuevamente, para que comience una vida distinta, responsable, llena de amor y honestidad.
Pienso que a todos nos corresponde en esta difícil situación nacional, el volver a Dios con corazón sincero y humilde; para buscar una solución real, manifestada en los Mandamientos; que no son otra cosa, que espíritu de trabajo, honradez, justicia, fraternidad y sensatez.
Nuestra gran crisis, es de fe y moral; por supuesto con repercusiones económicas y sociales.
Debemos buscar a Dios con obras y hechos, y estoy seguro que ese Padre nos abrazará y dirá en Cristo: “No he venido a condenar, sino a salvar”. Porque su misericordia es infinita.            
Hoy como pueblo, debemos decir “Padre hemos pecado contra el cielo y contra ti” (Lucas 15,18)
Mons. Antonio José López Castillo
Arzobispo de Barquisimeto



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